Llamadme
Atris.
Escribo
estas líneas abrumado por ciertos acontecimientos de los que pretendo dejar
constancia en cuanto organice el caos que puebla mi cabeza. Aunque no son la
única razón para haber tomado la pluma esta noche, si que han sido el acicate
para ello. Espero poder servirme de mis palabras a modo de faro, que me permitan
mantener el rumbo correcto, en medio de esta tempestad de acontecimientos que
me ha sorprendido frente a las escarpadas costas del presente, en la oscura
noche del destino. Me gustaría, convirtiendo
mis pensamientos en escritura, poder rememorar en un futuro, de existir tal, todo
cuanto me está aconteciendo y, compartir, desde la distancia que imponen espacio
y tiempo, con quien así lo desee, mis aventuras, descubrimientos y trivialidades;
mis alegrías y desdichas. Si esa persona eres tú, querido lector, aunque tomes
estas líneas como mero entretenimiento, bienvenido seas.
Permitidme
en este primer capítulo remontarme muy atrás en el tiempo, ya que lo encuentro
necesario para que podáis tener una idea más aproximada acerca de quien os
escribe. Prometo no demorarme más allá de las dos o tres primeras entradas de
este diario en llegar a nuestros días.
Aunque
nací bosmer, conocidos por los humanos y demás razas como elfos de los bosques,
mi infancia no fue la típica de uno de los de mi estirpe, ya que mi familia,
por razones que nadie me supo o me quiso aclarar, residía en Skingrad, una de
las más prosperas urbes situada en Cyrodiil, cuna imperial. Como todos los
bosmer, fuí instruido en el manejo del arco y, siempre que las circunstancias
lo permitían, me adentraba en los bosques colindantes para alejarme de los
ruidos de la ciudad, para buscar la soledad, la paz interior y la intimidad,
valores esenciales para que un bosmer mantenga su cordura. Pero también aprendí
a desenvolverme en la ciudad, incluso tuve un mentor que me inició en los usos
arcanos y que, junto a mi padre, me inculcó el amor a los libros; mi madre me
enseño algunas nociones sobre herboristería y curación, hice grandes amistades,
y por un breve periodo en mi vida, fui feliz viviendo en aquel sitio. Como a
todos nos ocurre, en la medida que crecía, comencé a percatarme de cosas que
antes ni siquiera era capaz de detectar: las rivalidades entre razas, las
divisiones sociales, la cada vez más notable presencia del ejército imperial en
las calles, la corrupción, la hipocresía, la avaricia… La ciudad comenzó a asfixiarme
hasta que llegó un punto en el que se hizo insoportable.
El
destino parecía aliarse conmigo en ese justo momento, ya que unos amigos de la
familia, poseedores de un negocio de orfebrería en una de las islas al sur de
la costa de Greenheart, se alojaron durante un par de semanas en nuestra casa
por asuntos de negocio en la ciudad. Debieron de ver la pena y la angustia
reflejada en mi rostro pues, un par de días antes de su partida, me ofrecieron
la posibilidad de acompañarles a su casa y ayudarles en su taller. No sabía yo
nada de orfebrería, ni de la vida en aquella lejana y pequeña isla, pero en ese
momento fue lo de menos.
Me
despedí de los míos y marché sin pensármelo dos veces rumbo a una nueva vida.
Parece que promete y tienes un vocabulario rico...vamos se ve que has leído mucho.
ResponderEliminarA ver si me vas hacer una saga épica...no se no se
El mapa con Illustrator, me imagino.
¿el dibujo también lo has hecho tu y montado con photoshop?
Esta muy bien.
Animo!! te iré leyendo y viendo tus trabajos.