- We sail through endless skies
Stars shine like eyes
The black night sighs -
Stars shine like eyes
The black night sighs -
Black Sabbath, Planet Caravan.
Salía de la oficina de la estación muy quemado y mosqueado porque sospechaba, de forma bastante fundada, que el encargado me había timado en el precio del noventa por ciento de la carga que le había vendido. No es que fuera mal de pasta, pero jode que se aprovechen de tí cuando te tienes que entender con loros de cuyo idioma sabes 40 palabras. El puerto espacial latía de vida en aquel momento y aproveché para hacer varios trapicheos con un montón de geks, con lo poco que no había vendido al encargado de la estación por considerar que el timo era ya cantoso. De puta casualidad logré enterarme que varias naves necesitaban soldaduras y convencido el primer gek que me dejara probar mis mañas y satisfecho con mi trabajo, se portó y habló con varias naves que acababan de aterrizar para indicarles que si tenían que tapar agujeros, yo era su hombre. Al final me pase media jornada parcheando y logré recuperar lo que creía me había timado el mamón del encargado. Me despedí de aquel gek que se había portado conmigo como un buen colega. Los gek, al igual que nosotros, tienen hijos de puta y, también, buena gente entre ellos. Me fuí acercando hacia donde tenía aparcada a Jessy, un modelo random que no era la nave de mi vida, pero que me había respondido en pequeñas escaramuzas con piratas y hasta en la defensa del Krappor sin apenas despeinarse. Lástima que el compartimento de carga fuera tan reducido. A mi lado había aparcada una Yakogawak S77. No es que le diera mil vueltas a la mía pero, en ese momento, con algo así ya hubiera volado con más ganas. Y no es que el amarillo fuera mi color preferido, pero en aquel modelo, no quedaba mal.
Me dije a mi mismo que pronto pilotaría un cacharro de esos, mientra me metía suspirando en Jessy, mi "ligue de verano" que tan bien funcionaba pero que, con un poco de suerte, cambiaría por algo mejor en cuanto la ocasión se terciara. Salí de la estación rumbo al mayor planeta de aquel sistema: Erbentuk.
No era el primer planeta de aquel sistema que visitaba. La espectrometría y el resto de aparataje informaban que me dirigía una tormenta gélida con forma de bola enorme. La nave atravesaba la atmósfera con el sonido de un saco de tornillos saltando a la comba, mis ojos veían una superficie roja muy accidentada, salpicada de pequeños mares de un azul profundo, cuando se divisaban a más de cuarenta kilómetros de altura, veinte kilómetros, diez kilómetros... enormes formaciones de basalto oscuro serpenteaban sobre la mayor parte de la superficie, contrastando con el tono rojizo.
Jessy aterrizo, y yo con ella. Me aseguré de pillar cápsulas de zinc suficientes como para recargar el escudo térmico del exotraje y salté al suelo...